Entendemos como lumbalgia, el dolor bajo de espalda agudo (dura 8 semanas o menos). Es la segunda razón más común por la que se acude a consulta médica. Se estima que más del 80 por ciento de la población tendrá un episodio de dolor de estas características en algún momento de su vida.
A través de los años, la evidencia científica ha desmentido muchos mitos sobre el dolor de espalda y ha dado a conocer las posibilidades de prevención y de tratamiento que funcionan mejor. Para ello, el correcto diagnóstico y la valoración a tiempo por parte del profesional adecuado resultan fundamentales.
La palabra lumbalgia en sí misma, nos da poca información sobre nuestra afección, ya que lo único que nos indica es que existe “dolor en la zona lumbar”. Sin embargo, este dolor puede ser provocado en numerosas y complejas estructuras:
- Ligamentos. Existen multitud de ligamentos que dan estabilidad a las articulaciones de nuestra columna. En ocasiones estos ligamentos se distienden, generándose un esguince.
- Musculatura. La mayoría de los dolores bajos de espalda agudos son probablemente causados por tensión muscular, por lo general al hacer una actividad a la que no se está acostumbrado, por acumular tensiones o sobrecarga, por posturas mantenidas, y/o gestos repetitivos a nivel profesional o deportivo.
- Vísceras: a nivel digestivo, urológico o ginecológico.
- Articulaciones y/o salidas nerviosas.
- Discos intervertebrales.
Además, con frecuencia esto se da por alguna alteración a nivel de los pies o de la pisada, que hace que se bloqueen las estructuras que quedan por encima. En este tipo de casos, de lumbalgia recurrente, sin otro de los motivos aparentemente presentes, es importante realizar una valoración y abordaje a nivel podológico.
A pesar de la gran frecuencia con la que se dan estos cuadros en estadío agudo en la población, y de lo limitante que resultan, existen muchos mitos ampliamente extendidos en cuanto al tratamiento y las pautas a seguir.
En 2004, fue publicado un estudio de la Universidad de Ghent (Bélgica) en la revista ‘European Journal of Pain‘, para evaluar el alcance de estos mitos y su relación con la salud lumbar. En éste se revelaba que tenemos ideas erróneas sobre la lumbalgia y demasiadas expectativas acerca de su origen, diagnóstico y tratamiento.
Se entrevistó a 1600 personas. El 77% de los entrevistados creía que, cuando uno padece dolor de espalda, un movimiento incorrecto puede llevar a problemas más graves. Asimismo, el 42% pensaba que las radiografías y pruebas de imagen siempre identifican la causa del problema y otro 35% consideraba que guardar cama es la mejor terapia. En este estudio, se concluye que «Los individuos que son incapaces de corregir estas creencias pueden verse atrapados en un círculo vicioso de más restricción de su actividad física, más incapacidad, frustración e hipervigilancia de su dolor».
La creencia de este tipo de mitos dificulta la correcta evolución de problemas de espalda. A continuación detallamos los más frecuentes:
- MITO 1: El reposo en cama es lo mejor → FALSO. De hecho, las investigaciones han demostrado que el reposo en cama durante más de un día o dos puede ser perjudicial. Para evitar que empeore, debemos mantenernos en la medida de lo posible en movimiento.
- MITO 2: Si el dolor es fuerte, debe haber daño en la columna vertebral o algo está fuera de lugar. Eso generalmente no es cierto. Afortunadamente, la espalda ha sido dotada de una columna vertebral fuerte y flexible que está reforzada con ligamentos y rodeada por músculos grandes y poderosos.
- MITO 3: Para la zona lumbar siempre se necesitan pruebas especiales y tratamientos prescritos por un médico → FALSO. Las pruebas de imagen como los rayos X o las resonancias magnéticas por lo general no son indispensables y pueden dar lugar a procedimientos innecesarios. En muchos casos, la clave está en su historial clínico y exploración física.
- MITO 4: Hay que esperar unos días para acudir el fisioterapeuta para no ir con tanto dolor → FALSO. Existen numerosas técnicas que se pueden realizar en fase aguda, y que respetan el umbral del dolor de cada paciente, adaptándose a cada situación. Comenzar el tratamiento cuanto antes, facilita la correcta evolución en casos agudos. Además, la continuidad en el tratamiento después de una crisis, para mantener todas las estructuras en un estado tensional óptimo suele ser una de las claves en cuanto a la prevención.
Esperamos que haya sido de ayuda esta entrada, la próxima semana continuaremos con este tema para dar respuesta a: ¿Qué hacer ante una crisis?, ¿Cómo podemos prevenirla? y ¿Qué no debemos hacer?
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